Rodrigo Carreño Salvat

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Cuidar al medio ambiente también es cuidar a quienes dependemos de él. Rodrigo (48) se tituló como ingeniero civil industrial de nuestra Escuela. Ha contribuido desde su profesión a la protección de entornos urbanos y naturales. Todo ello con una sensibilidad particular sobre las personas que nos invita a entender nuestra relación con el entorno como algo que sucede todo el tiempo. Por Felipe Jure

Rodrigo, ¿De dónde eres?

Yo soy de Santiago. Mi viejo es chileno y mi vieja es catalana, de Barcelona.
Mi mamá se fue a Chile súper joven. Tenía 8 o 9 años. Se fue con mi abuela y mi tío. Y toda la familia de mi madre es de Barcelona. Yo tengo doble nacionalidad, pero nací y crecí en Chile. Para todos los efectos soy chileno.

Todo partió con mi abuelo que en la postguerra se fue a hacer las Américas. Primero estuvo en Brasil, luego en Argentina y finalmente en Chile, que es donde se quedó. Y hasta aquí llegaron mi abuela con mi tío y mi madre. Luego ya se separaron, pero mi abuela se quedó aquí con sus hijos y nunca volvió a Barcelona.

¿Te enseñaron catalán?

Enseñarme enseñarme, no, pero mi abuela y mi madre, en la casa, hablaban catalán, así que lo entendía. Cuando vine a Barcelona, aunque había palabras que me costaban, lo entendía. De hecho, en casa siempre vivimos con referencias catalanas (el Barça, cantantes, comida, etc.). Yo tenía camisetas y bufandas del Barcelona, que me mandaban de regalo, aunque yo era del Colo Colo. [ríe]

¿Cómo recuerdas el ingreso a la Universidad? ¿Por qué elegiste la carrera?

A ver, primero, cuando entré a la Universidad, en el año 1993, lo hice como deportista destacado. En esa época yo jugaba voleibol, y cuando hice la prueba de aptitud, por entrar como deportista me daban un 5% más del puntaje. Y con eso, tenía que jugar para la Universidad durante 3 años.

Si te digo la verdad, cuando entré yo tenía claro que quería ser industrial. Pero la especialidad no tanto. Al principio quería eléctrica, y tomé ramos de electro, pero no entendía nada. Todo era súper abstracto, con puras fórmulas matemáticas. Me pedían, por ejemplo, diseñar un parlante con transformada de Laplace. Y yo no entendía lo que me pedían. Entonces, después de esta experiencia, decidí que necesitaba algo más terrenal, donde cuando me dijeran sus transformaciones o sus leyes, pudiera verlas y entenderlas.

Y en esa inquietud, comencé a investigar sobre ingeniería ambiental, donde lo que se estudia, por ejemplo, era más visible: Que entra agua por una máquina, y luego sale vapor. Eso, sumado a que siempre me había gustado el tema del medioambiente.
Además, piensa que en el 93, muchos de los temas que estudiábamos eran muy desconocidos. No se hablaba, por ejemplo, de reciclaje ni de sustentabilidad. Y me gustó eso.

A mí me pasó con Ingeniería en general, y con medioambiental en particular, que no tenía idea de lo que hacía un ingeniero. Y hasta los profes me lo decían. «Cuando salgas no vas a cachar nada, pero vas a notar que estás preparado». Y claro, yo salí y me di cuenta de que no tenía idea de nada, pero que estaba preparado.

Entonces los primeros años tenía que entrenar y estudiar, y aunque no era un nivel profesional, había una exigencia. No podía coger todas las asignaturas que me tocaban. En general, cuando tú entras a la Católica, te dividen en paquetes, y todos los de un paquete tenían sus asignaturas juntos. Pero yo, los primeros dos años, tenía ramos de un paquete, y ramos de otro. Entonces estaba con gente de distintos grupos, pero no pertenecía completamente a ninguno.

Ya un año antes de salir de la carrera, en el 98, con unos amigos decidimos irnos de intercambio y nos vinimos a España. Yo hice un semestre en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la Facultad de Ciencias Ambientales. Luego volví a Chile.

¿Cómo fue esa experiencia?

Fue súper diferente. La facultad de Ciencias Ambientales era relativamente nueva en la Universidad y había surgido como un anexo de biología. No tenía nada que ver con Ingeniería. Para mí eso fue genial, porque podía salir del mundo ingenieril, que no es que sea ni bueno ni malo, pero cuando estás siempre en eso, el cambio está bueno.
Y allí, con 23 años, cumplí mis 24 en Barcelona.

Y esto en una época en que en Chile recién estábamos abriéndonos, post dictadura. Por ejemplo, para mí, la primera vez que vi una persona negra, fue ese año. O la primera vez que vi dos mujeres besándose en el metro. Hoy eso es normal, pero hace 25, 30 años, en Chile no era común verlo. Quizá en una fiesta, pero no en la calle.

Esa diversidad me encantó. Me abrió la mente. Yo entiendo que Chile ha cambiado mucho, pero incluso así, creo que debería ser casi que obligatorio el hacer un intercambio, porque te abre la mente.

Te pongo otro ejemplo. Aquí en España hay tres policías. Primero tienes la policía nacional, que sería un poco como la PDI; luego tienes la guardia civil, que sería como Carabineros; y luego están los policías locales que en Chile no hay, pero sería algo similar a la policía municipal. Y yo nunca había conocido un paco en Chile. Si tú ibas por la calle y te detenían, te asustabas. Si no tenías alguien en la familia o en tus círculos, no carreteabas con ellos.

Pero aquí, una amiga conocía unos Mossos d’Esquadra, que son la policía de Cataluña, que fumaban marihuana, usaban el pelo largo, y al conversar con ellos no tenían nada que ver con la policía que yo conocía. Eran personas haciendo un trabajo más, sin formación militar. Al menos esa es mi experiencia.

¿Y al volver a Chile?

Terminando la carrera, hice el examen de grado y me titulé. Entonces me puse a trabajar. Y recuerdo que fue una experiencia que me chocó mucho. Tenía la intención de poder ganar dinero para pagar el préstamo con el que me había venido a estudiar a Europa, y para pagar la Universidad. Y encontré trabajo en una fábrica de muebles, que quedaba en Quilicura. Muy lejos de Ñuñoa, donde yo vivía. Me contrataron porque querían formarme para ser el futuro gerente de producción. A primeras era el sueño de cualquier recién graduado.

Y fue horrible.

A ver, la gente era súper simpática, pero eran como dos clases sociales. Los obreros de planta y los técnicos de arriba. Era mi primer trabajo de ingeniero, sin saber nada, y me pidieron que me hiciera cargo de una línea de producción de barnices, con unas 10 personas a cargo, la mayoría sin ninguna formación, trabajando 48 horas semanales, y sumándole 1 o 2 horas extras porque la línea no funcionaba. Luego, como no tenían auto, y no había metro ni nada, un bus los acercaba a sus casas, que yo calculaba debía tomarles mínimo una hora.

Entonces, al trabajar con ellos, yo pensaba que tenían poco más de 10 horas para estar en su casa. 10 horas para comer, dormir, compartir con la familia y volver.
Veía gente de mi edad, con 26 años, que ya tenían 3 hijos y que ganaban 6 o 7 veces menos que yo, a quienes de pronto les tenía que decir que hacer, sin ninguna experiencia. Y más encima, como no tenían ninguna formación, no tenían hábitos que uno podría considerar básicos, pero que tampoco era su culpa.

Al cabo de unos meses, yo le decía a mi jefe que no era posible que mejoraremos la cadena en esas condiciones, y él me decía que los echara y contratara a otros.
¿Cómo los iba a echar? Si no era culpa de ellos. El problema era el sistema de la empresa. Así que estuve como 6 meses, hasta que no aguanté. Sentía que o me deprimía, o me convertía en un ser insensible.

Además, en aquel momento había tal diferencia social entre los trabajadores, que no me encontraba cómodo, era demasiada la desigualdad social. Yo, recién saliendo, ganaba 6 o 7 veces más que un operario que llevaba años. Y claro, de alguna manera eso era porque yo había estudiado y no me lo regalaban, pero la diferencia era demasiada.

Por eso decidí que tenía que hacer un cambio. Así que me vine el año 2001 a España. Quería hacer un doctorado y mi idea de joven era la de estudiar y trabajar, pero no era algo realista. Así que opté por trabajar.

¿Encontraste trabajo?

Sí. Primero el 2001, yo trabajaba en Barcelona, en una fábrica de cables, en un trabajo que realmente me había dejado de gustar y me tenía cansado. En eso me ofrecieron un trabajo en Menorca, que es una isla ubicada al frente de Barcelona. Vine con la intención de trabajar por un año en un proyecto de medioambiente y temas de residuos, y ya llevo 20 años.

¿Por qué se extendió esa estadía?

Lo típico. Conocí una menorquina, y así. [ríe]

A ver. Yo me vine para Menorca el 2002, a trabajar en un proyecto de Cáritas. En Chile, quizá, Cáritas no es tan grande, pero aquí es un poco como el Hogar de Cristo. Y este proyecto combinaba el tema del reciclaje con la inserción laboral.

Era básicamente un taller prelaboral, en donde capacitamos a las personas para la recolección de residuos voluminosos principalmente (muebles y electrodomésticos), luego los reparábamos y finalmente los poníamos a la venta como bienes de segunda mano.

Todo esto lo hacíamos con un grupo de personas que se encontraban en riesgo de exclusión social, para brindarles la posibilidad de tener un empleo y así ingresar al mercado.

Y en este taller había un proyecto para desarrollar una planta de tratamiento de residuos. Así que llegué y estuve a cargo del proyecto, desde el ante proyecto, los estudios, el diseño, la obra, y luego al terminarlo, me ofrecieron quedarme y ser el gerente de la planta, creando una empresa de inserción laboral. Por eso es que acepté.

¿Qué hacían en la empresa?

En la empresa se posibilitaba el acceso al empleo a personas vulnerables o desfavorecidas, a través de la actividad productiva (gestión de residuos voluminosos), a través de una relación laboral convencional. Lo que hacíamos era cumplir esta labor, donde al menos la mitad del personal fueran personas que viniesen de un proceso de inserción laboral.

Por ejemplo. Una persona que cae en la drogadicción, primero debe recibir algún tipo de tratamiento o ayuda especializada para romper el ciclo de la adicción. Luego, toma algún tipo de taller formativo, donde le enseñan algún oficio o actividad que le permita fortalecer su confianza y contribuir a alguna actividad. Y después de eso, antes de entrar a buscar trabajo a una empresa normalizada, trabajan en una empresa de inserción. La idea es esa. Un 50% de los trabajadores de la empresa son fijos y otro 50% viene a trabajar por un periodo de mínimo 6 meses y máximo 3 años.

Estas empresas no se ven mucho en Chile, entiendo, pero aquí forman parte de la economía social. Y los propietarios suelen ser fundaciones o asociaciones, porque no son muy atractivas para un empresario tradicional. Pero es una empresa, que cuenta con algunas ayudas, pero que funciona como una empresa más y atiende necesidades. En este caso, los residuos de la isla. En la planta gestionábamos el servicio público del tratamiento de residuos voluminosos de Menorca.

Yo tuve la oportunidad de comenzar de cero y trabajar allí hasta el 2017. Ese año tuvimos un incendio muy bestia, se nos quemó la nave y se destruyó todo. Teníamos asegurada la empresa y el seguro cubrió todo, pero la dirección de Cáritas no quiso reconstruir.

Así que me fui a trabajar en otro servicio público de gestión de residuos, pero esta vez para una multinacional. Allí estuve hasta el año pasado, en que me cambié de trabajo.

¿Dónde trabajas ahora?

La empresa se llama Servicios Logísticos de Combustibles de Aviación (SLCA). Un 50% es de Repsol, y el otro 50% es de British Petroleum (BP). Y lo que nosotros hacemos es cargar el combustible, llevarlo a pista y depositarlo en el avión. Y ahora, en noviembre, cumplo un año.

Y bueno, nuestra empresa hace lo que se conoce como into plane (puesta a bordo de combustible en aviones). Y yo estoy como Jefe de Instalación en el Aeropuerto de Menorca. Entonces mi trabajo tiene una parte de gestión (recursos humanos, logística, planificación, etc.) y una parte más técnica con los mantenimientos o la seguridad de los equipos. Ahora estoy aprendiendo sobre todo de aspectos técnicos, porque no tenía ninguna experiencia anterior con aviones.

Incluso cuando me hicieron la entrevista, lo primero que me preguntaron fue qué sabía de aviación civil, y yo pues dije que nada. Y aunque pensé que por eso no me iban a elegir, pues quedé.

Así que actualmente estoy concentrado en adaptarme a mi nuevo trabajo y aprender. Se viene ahora la temporada alta, que me han dicho es mucho más intensa, y en eso quiero enfocarme más. Eso principalmente.

Noto por como hablas que tu anterior trabajo tocaba una fibra en ti.

Sí. Hombre, era un trabajo súper gratificante, porque aparte de que realizaba esta labor ingenieril técnica de gestión de la empresa, y también en la gestión de los residuos, estaba esta parte de desarrollar el proyecto desde cero que fue muy gratificante.

Y luego que conocía mucha gente y de todo. Ex presos, mujeres maltratadas, jóvenes con poca experiencia, cesantes de larga duración, inmigrantes que estaban regularizando su situación. Había de todo.

También es cierto que era un modelo que comercialmente no se sostiene. Aguantaba porque existe una ley y ayudas que permite que funcione, pero si hubiésemos tenido que competir libremente, no habríamos podido. Pero la administración local de Menorca creía en el proyecto y podíamos hacernos cargo de un servicio público que beneficiaba a la comunidad.

De hecho, nosotros cuando explicábamos el proyecto, eran tres vertientes. La parte de reciclaje y protección medioambiental, la parte de inserción sociolaboral e integración social, y la sensibilización y concientización de la ciudadanía que para nosotros era ideal, porque Menorca es pequeña. Todo era muy local.

Yo lo echo de menos. Sobre todo el contacto con la gente. Hay quienes no les gustan y no pasa nada. Es legítimo, pero a mí me gustaba. De hecho, ahora gano mucha más plata que antes, pero la gratificación era mayor. Yo trabajaba más horas que un reloj. Lo hacías porque te involucraste con el proyecto y porque creías en él. Nadie tenía que decirte que debías trabajar.

Ahora es diferente. Ahora estoy aprendiendo a trabajar hasta las cinco y luego tener la tarde libre. Antes no lo hacía. Y no es que ahora no me involucre ni que no de lo mejor de mí. Yo cumplo y soy profesional, pero es un trabajo. No lo siento como parte de mi forma de vida. Es el medio para ganarme la vida.

En relación con este rol social, ¿sientes que la Universidad y su visión valórica dejó una huella en ti? ¿Algo que resonaba con lo que hacías?

A ver, yo no soy católico, aunque estudié en colegio de monjas, luego en la Universidad Católica y luego trabajé para Cáritas que es de la Iglesia Católica. Aunque no sea creyente, no puedo negar una influencia.

Y en la Católica, o en la Escuela, si bien cuando uno estudia no es 100% consciente, el tema del respeto y de los valores sí se transmite. Aun cuando estudiando lo escuchaba y me daba algo de risa, o incredulidad, igual queda. Aunque sea por compañeros o algún profesor que te marca, después de 5 o 6 años, claro que te llega.

Lo que más te marca son los compañeros, al menos en mi caso. Amigos para toda la vida, es un cliché, pero es verdad.

Como dice David Trueba en su libro Cuatro amigos, “Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas” y creo que tiene razón; sin embargo, aquellos años no habría podido concebir los días sin mis excompañeros y amigos de “Grupo curso”, Payo, Chinito, Jose, Chechi, Lalo, Dlerito, Matus, Max,… seguramente no habría acabado la carrera y hoy en día no sería la misma persona.

¿Cómo es (o debe ser) para ti la relación entre la persona y el medio ambiente?

Yo pienso que somos parte del medio ambiente. El tema es que somos uno más.

No puede ser que pensemos que todo gira en torno al hombre, o a nosotros como seres humanos, y que el medio ambiente es algo que está ahí de lo cual podemos sacar y tirar o aprovechar cómo queramos.

En el proyecto en que yo estaba, cuando queríamos tocarle la fibra a los políticos, por ejemplo, decíamos que nosotros reciclábamos electrodomésticos o muebles, pero que también “reciclábamos” personas. Y que así como no queremos tirar mesas o televisores al medio ambiente, tampoco queremos dejar a las personas excluidas, que puede ser muy parecido.

Yo opino que somos parte de un todo. No soy muy místico. De hecho me cuesta mucho creer en cosas así y tal, pero sí que es verdad, que lo que uno hace tiende a tener efectos en nosotros mismos.

Por ejemplo en Menorca, que es una isla y reserva de la Biosfera. Es una isla turística que vive de eso, y de la que no puedes escapar. Tienes que ponerle atención al medio ambiente porque es limitado y se siente constantemente esa limitación. Ante esa realidad, ¿Qué haces con los residuos? ¿Los llevas al vertedero? Pero si solo hay uno y no puede crecer más porque no hay más tierra disponible. ¿Los reciclas? Eso te ayuda a proteger el espacio y sus recursos que son limitados.

Porque si tú no cuidas, es tan chiquitito todo que contaminando un acuífero, puedes contaminar todo lo demás. No es un «bueno, ya podremos encontrar otro sitio» o «no debe ser para tanto». No.

Entonces creo que es un rol muy práctico, de lo cotidiano. Hay gente que tendrá una motivación más ideológica o mística, pero aquí, por ejemplo, es más un tema práctico. Lo ves y te afecta. No puedes mirar para otro lado.