No cualquiera recibe consejos de grandes del cine mundial como Steven Spielberg, de quien recuerda que, según su experiencia, nunca se sabe qué es lo que va a romperla en la industria cinematográfica.

Desde que era niño, Alan Fischer ya hacía películas. Pero pertenecer a una familia tradicional y ser un alumno al que le iba bien en el colegio, lo llevaron a ingresar a Ingeniería UC, donde finalmente obtuvo el título con especialidad en Bioprocesos. Reconoce que “a los 18 años uno no cacha mucho, pero la ciencia siempre me ha gustado porque se cuestiona la realidad y nos plantea distintos escenarios”.

¿En qué momento empiezas a indagar más en el mundo del cine?

En cuarto año me di cuenta que me gustaba mucho, así que hice un intercambio en la Universidad de Birmingham en Inglaterra en el departamento de “Film and Creative Writing”. Y cuando terminé mi práctica profesional me fui a estudiar en el Kanbar Institute of Film and Television de la Universidad de Nueva York donde estuve un año.

Quise entrar en la Universidad de Southern California pero no me aceptaron. Volví a postular con una carta de recomendación y finalmente pude estudiar un Master en Fine Arts.

¿Cuántos proyectos cinematográficos has desarrollado hasta ahora?

Tengo dos largometrajes de ficción y un documental. Mi primera película fue Hijo del Trauco y la grabé en Chiloé. Luego vinieron “El océano del lenguaje”, un documental con la participación de Fernando Trueba, Raúl Zurita y César Hidalgo y “El estado imaginario”, una co-producción sueca-chilena.

En este momento estoy en un tercer proyecto que es una co-producción con Estados Unidos y puedo adelantar que tiene algo de ingeniero… se trata de un chileno que inventa una nueva tecnología.

¿Cuál es la principal diferencia que ves entre el cine de Chile y de Estados Unidos?

Para hacer en Chile una película, los directores y productores deben mover los proyectos, esto significa buscar los recursos para realizar un proyecto cinematográfico. En nuestro país el financiamiento viene principalmente de fondos estatales. También hay inversionistas que apoyan el desarrollo del cine y cuando haces co-producciones internacionales, las productoras facilitan los técnicos y cinematógrafos.

En cambio en Estados Unidos, hay una industria desarrollada donde directamente contratan a los directores.

¿Te ha servido ser ingeniero para potenciar tu carrera de cineasta?

La verdad es que me ha servido mucho. Hay ramas de la ingeniería que me han ayudado para la evaluación de proyectos, estructuración de gastos, balances, organización de empresas y creatividad.