Entrevista a Pedro Bastidas, Ingeniero UC

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“Desde chico tenía super claro lo que quería. Eran cinco cosas que sentía que tenía que hacer para ser feliz. Hacer radio, televisión, publicidad, cine y tener una banda”.

Algunas personas entran a la universidad para descubrir qué quieren hacer con su vida.
Pedro no. Él asegura que lo sabía desde niño. Lo que no sabía, sin embargo, era como hacer todas esas cosas y además poder pagar las cuentas a fin de mes.

¿Cómo recuerdas tu ingreso a la Escuela?

A ver. Salí del Instituto Nacional y entré a la escuela de ingeniería el año 92. Con crédito Universitario y recuerdo que fue bien difícil partir porque el crédito no fue del 100%, entonces el porcentaje que no me daba lo tenía que costear mi papá y en esa época era bien difícil pagar la carrera. Por eso, cuando descubrí la beca de la Fundación de Ingenieros, fue para mí un alivio gigantesco. Recuerdo perfecto que además del apoyo económico, sentí como una contención afectiva muy importante. Era entender que «Ah, sí se preocupan de uno. Te quieren, te apañan. No es un pecado no tener plata». Y junto a otros becados nos hicimos muy amigos. Íbamos juntos a buscar el cheque, y los vales de colación. Se sentía tan rico ir al casino con ese vale y sentir que éramos parte de algo. Que no estábamos solos.

Cuando salí de la escuela, inmediatamente comencé a apoyar a la fundación. Desde el primer año. Encontré pega altiro, en lo que yo quería y me hice socio de la FIUC.

¿Cómo te marcó la U?

Me acuerdo perfecto, yo estaba en mi quinto año de la universidad y una mañana en clases de gestión con el profesor Nicolás Majluf, él nos dijo «Chiquillos, cuestiónense si quieren ser toda su vida ingenieros civiles. Quizá no. Quizá quieren ser bailarines, cantantes, o artistas. Cuestiónenselo porque todavía están a tiempo. Aquí llevan cinco años, pero lo que hagan de aquí en adelante es para toda la vida». Y para mí fue impactante. Yo lo entendí como que esto que estudiamos, el título de ingenieros civiles era una etiqueta. Una forma de ganarnos la vida. Pero no lo que somos.

¿Qué hiciste después de salir de la Universidad?

Yo partí trabajando en Watts, sin haberme titulado aún. Estuve 4 años ahí y aprendí un poco de todo el proceso, desde la producción hasta la venta. Me tocó llevar algunas marcas de consumo masivo. Por ejemplo, lancé un producto llamado ice fruit, que ganó el primer EFI de oro en la historia de Watts.

¿Por qué no te titulaste?

Bueno, yo egresé y quise hacer mi memoria en marketing. Comencé a trabajar en ella cuando se me dio esta oportunidad de entrar a trabajar en Watts y me contrataron como egresado. Entonces, ganando un sueldo de ingeniero y todo, reconozco que me faltó disciplina porque dejé de lado la memoria.

Y pasó un año, y luego un segundo. Y me llamaron de la Universidad para decirme que si no la entregaba, tenía que volver a tomar ramos. Entonces mi jefa de ese entonces, Viviana Kompatzi, me llamó a su oficina y me dijo que me iba a subir el sueldo en 400 mil pesos. Yo me puse súper contento, imagínate. Pero había una condición. Tenía que presentar mi título. Entonces me dijo que cada mes, cuando cobraba mi sueldo, había 400 mil pesos que me estaba perdiendo.
Obvio me puse la pilas altiro y saqué la memoria en 6 meses. Y aprendí el valor de la disciplina. Esa disciplina que te saca de la cama cuando las ganas faltan. Y que me ha acompañado desde entonces.

¿Y entonces seguiste trabajando en Watts, como titulado?

Sí, pero no mucho tiempo. Me llamó un headhunter para reclutarme por mi curriculum, para trabajar en Capel. Yo en esa época era consumidor de Pisco Capel, y encontré super buena la oferta. Así que me fui y en una semana ya era jefe de marketing en Capel.

Me sirvió para reforzar mis propios talentos. Me di cuenta de que era bueno para inventar productos y marcas de consumo masivo. Por ejemplo, lancé el primer sour light del mercado. También los sabores nuevos, como mango y pica, y la marca Ron Maddero. Se me ocurrió poner al cóndor como símbolo de Alto del Carmen que hasta ese entonces, no tenía isotipo.

Fui descubriendo en qué era bueno. Pero como empleado. Siempre digo que es muy fácil jugar con fichas de otro en el casino. Yo inventaba cosas, pero arriesgando la plata de otro. Y mi prueba de fuego llegó el año 2009, cuando mi jefe me hizo el favor más grande que me han hecho en la vida. Me despidió.

¿Por qué lo sientes como un favor?

Porque lo fue. Como contexto, en esa época se me dió una oportunidad de tener mi programa en la Radio Universo y yo la tomé. Entonces, mi rutina consistía en que después de mi pega en Capel, yo salía y me iba a la radio. Y era muy feliz en ese trayecto y durante el programa.

Y mi jefe lo notó. Me dijo que me notaba fuera y me preguntó qué quería y yo le dije que quería ser feliz. Ahí él me dijo «entonces te vas a tener que ir y volar con tus propias alas. Quiero que pongas tu propia agencia de publicidad». Ahí nos abrazamos, lloramos juntos, me contó que a él le habían hecho lo mismo y por eso lo de «hacerme un favor».
Pese a que puede sonar raro, yo le debo mucho a Roberto Salinas y le tengo un gran afecto y respeto como amigo hasta el día de hoy.

Ya tenías la radio. ¿Fue la publicidad la segunda cosa de tu lista?

Sí. Con la plata del finiquito comencé a jugar con mis propias fichas. Fundé junto a un socio (Carlos Grunert) la agencia Animal Creativo y comencé a emprender. Ahora, mirando hacia atrás, pienso que la radio fue mi primer emprendimiento, inconsciente pero super importante para lo que vino después.

En esa época de mi vida llegó mi primera epifanía. Estaba con unos amigos en mi casa, de noche, y tomando energética, me daba lata que todas las latas eran chicas. Entonces pensé ¿Por qué no hacer una bebida energética grande? Como ya había trabajado con bebestibles, tenía una idea de los costos y vi un gran negocio. Pero no tenía la plata así que me demoré tres años en poder cumplirlo. El 2013, un amigo y primo, Mauricio Carvajal, también socio FIUC, había vendido muy bien un proyecto y tenía lucas. Entonces le conté mi idea, le gustó y nos asociamos para sacar adelante el proyecto. Así inventamos juntos Mr. Big.
Actualmente él sigue siendo dueño, junto a otro socio. Pero yo vendí mi parte.

¿Por qué vendiste?

Porque se me presentó una oportunidad de entrar a la TV y me centré en eso. Mi tercer sueño de la lista. Estuve en un programa del Pollo Valdivia en UCV, con mi sección El Bar de Pedro, pasándolo muy bien. Ya tenía tres de las cinco cosas. Hacer radio, TV y tenía mi agencia de publicidad. Me faltaban nomás las películas y la banda.

¿Y te dedicaste a cumplirlos? ¿Seguiste en la TV?

No, la verdad es que pasó el tiempo y el 2015 me lancé en otro emprendimiento, de otra idea que tenía desde hace años. Fundé, con otro socio y gran amigo, Jorge Urbina, el primer sour peruano envasado en Chile y hasta en Perú, porque tampoco allá había uno. Secreto Peruano.

Nos fue bien y seguimos lanzando marcas. Santa Margarita, Santo Mojito, Virrey del Perú Gourmet y Pisco Republicano, del Valle de Elqui. Finalmente pude tener los recursos para hacer las cosas que quería hace años.

¿Entonces te hiciste actor? ¿Te dedicaste a la música?

No, pero tampoco anduve tan lejos. Pasa que cuando yo había trabajado en la radio, mi compañero del programa fue Rodrigo Bastidas, el actor. Un día Rodrigo se me acercó y me pasó un guión. «Leelo y me cuentas si te interesa», me dijo.

Yo lo leí, lo encontré super chistoso y le dije que me interesaba. Así me convertí en productor ejecutivo de una película, con mis propias lucas, y hoy se va a estrenar en los cines como Consuegros. Ya me faltaba una sola cosa para sentirme 100% realizado.
La banda.
Y desde el 2021 tengo mi propio dúo que se llama Way junto a Diego Davidson, y estoy viviendo esto como un verdadero sueño, haciendo lo que me hace feliz y disfrutando día a día con la capacidad de asombro intacta.

Las cinco cosas las hiciste emprendiendo ¿Qué es para ti lo más importante para ser emprendedor?

Yo creo que cuando sientes el camino como un fin en sí mismo, porque te liberas. La vida gana paz. Cuando vives encadenado a un fin, estás atrapado a eso. Yo vivo más disfrutando, sin cerrarme. Aunque sí me pongo metas altas. Si voy a hacer algo, quiero llegar lo más alto que me pueda imaginar y hago todo lo posible por llegar alto.

También es muy importante el tema afectivo. Sin la familia, sin el amor no hay nada. En eso mi mamá y mi papá me entregaron un apoyo incondicional. Mi mamá que se hacía cargo de la casa y que emprendía y sigue hasta hoy, haciendo cerámicas ; y mi papá que era locutor radial. Sin ese apoyo de la familia, de la pareja si es que hay, los emprendedores no llegan a nada, creo.

Como emprendedor incansable, sólo siento que me queda pendiente desarrollar proyectos que tengan un aporte y valor importantes a la sociedad y al planeta, para sentir que estoy cumpliendo a cabalidad con el principio japonés del Ikigai. En eso estoy ahora, espero que vea la luz muy pronto.

Ser emprendedor no solo es lo que haces. Es lo que eres. Tienes que amar lo que haces, de tal forma que todo los días, al hacerlo, te llene infinitamente. Si no, es como cualquier otro trabajo. El “ser lo que hago y hacer lo que soy” con pasión, me hace sentir vivo y realizado cada segundo, de cada día. Y así será hasta el último día de mi vida.