Entrevista a Camila Campos. Enseña Chile

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La idea de la ingeniería que manda satélites al espacio es popular. Esa ingeniería que está comprometida con el avance de la tecnología, con el modernismo y con el futuro. Pero la ingeniería también es mirar el presente y a quienes aún viven con los mismos desafíos que sus padres y hasta sus abuelos. Camila Campos (45) es una ingeniera comprometida con el problema de la brecha de desigualdad en la educación. Desde Enseña Chile busca transformar el grave escenario actual, pero con ideas que nada tienen que envidiarle a enviar un cohete al espacio.

Por Felipe Jure

¿Por qué estudiaste ingeniería?

A mí lo que me pasó fue que no sabía lo que quería estudiar, pero me gustaba mucho la ciencia y la matemática. Entonces encontré que si estudiaba ingeniería podía conocer distintas cosas y decidir en unos años más. Porque entrabas a un plan común, que duraba 3 años en esa época, y luego decidías. Así que ingresé a la Escuela, en el año 1996.

¿Y en esa búsqueda que te llamó o marcó más?

Lo que me pasó fue que al entrar a ingeniería se me abrió un mundo gigante. No solo desde el punto de vista académico.

Cuando entré, el año siguiente (97), partió el proyecto Techo, que en esa época se llamaba 2000 Mediaguas para el 2000. Y me metí a organizar varios trabajos en campamentos y cosas así. Conecté con otro Chile, distinto del que había conocido. Eso me marcó mucho. De hecho, participé todos esos años en los proyectos de Techo, y el 98 fui parte del Centro de Alumnos de Ingeniería (CAI) como vicepresidenta.

En este rol, me sorprendió mucho la capacidad que tiene el CAI de generar proyectos buenos, y que funcionan. Porque en Ingeniería hay gente súper buena y súper preparada. Entonces, cuando alguien se metía a trabajar, podías confiar en que lo iban a hacer bien.
De pronto me cruzaba con pura gente seca, motivada y comprometida. La situación perfecta para que todos los proyectos resulten, lo que a la vez significa una gran responsabilidad hacia el futuro profesional de todos estos ingenieros, que tienen la posibilidad de cambiar nuestro país.

¿Y cómo uniste esa motivación extra académica con tu búsqueda inicial de qué hacer en la vida?

Bueno, entre las clases y las actividades en que participaba, me gustó mucho tener un impacto social y me di cuenta de que era buena organizando proyectos y equipos para eso.

En Techo se conversaba mucho la idea de que tenemos que solucionar la verdadera raíz de la pobreza, las casas son solo una solución técnica a un problema profundo centrado en la falta de oportunidades, de educación de calidad, etc. Por eso había que solucionar la causa y no solo el efecto. Esa lógica, que yo interpreto como la mirada de ingeniería, te ayuda a traducirlo todo a procesos y buscar soluciones efectivas. Eso me motivó a entrar al mundo social y buscar soluciones.

Y dentro de la Escuela existe una especialidad que se llama ingeniería química, pero que profundiza en la mirada de procesos. A mí me gustaba mucho la idea de estructurar procesos. Nos enseñaban a mirar un problema y descomponerlo. Cuáles son sus raíces, los factores que influyen, las acciones que genera y por qué se obtienen esos resultados.
Con esa lógica comencé a analizar y entender lo que veía. Porque algo que pasa mucho en este país es que se miran los resultados finales y se tiende a la solución rápida de los síntomas, pero no se distingue la causa del problema para resolverlo de fondo

Ya entonces, yo presentía que el problema iba por el lado de la educación. Así que decidí hacer un minor en educación. Y ahí me pareció, por primera vez, la idea de que el futuro de los niños se juega en la formación de los profesores y que como país tenemos que hacer una gran apuesta por estos últimos.

¿Tú te titulas y qué pasa?

Bueno, me titulé el año 2003 y entré a trabajar a LAN Chile. Yo sabía que sí o sí quería trabajar en el mundo social, pero tenía un diagnóstico de que el área social tenía grandes deficiencias a nivel profesional. Entonces veía necesario entrenarse en la empresa privada, aprender sus estrategias y técnicas, y así traerlas al mundo social.

Fueron 4 años en un área de planificación y control muy entretenida. Luego mi marido tuvo la oportunidad de hacer un Master of Business Administration en Estados Unidos y nos fuimos.

¿Cómo conociste Enseña Chile?

Estuvimos en USA un tiempo, y al volver a Chile, el 2008, se estaba formando Enseña Chile. Sus fundadores eran un grupo de Profesionales de la Católica, principalmente de Ingeniería. Y es curioso porque, por alguna razón, yo les conocía a todos de distintos lados.
Y este grupo de fundadores necesitaba formar un equipo para iniciar la Fundación y me llamaron a mí.

Al principio yo no estaba muy segura de incorporarme de lleno, porque había tenido recién a mis mellizas. Un trabajo full time no era lo que buscaba en ese momento. Pero comencé como part time, y la verdad es que me enamoré del proyecto. No salí más.
Comencé haciendo varias cosas, como directora de selección, capacitación, búsqueda de colegios… pero era obvio, porque éramos muy pocas personas que hacíamos todo.

¿Cómo fue hacerse cargo de todo eso?

Me dijeron, «te tienes que hacer cargo del proceso de selección» y fue un «Okay, yo no sé de selección, pero me siento capaz de implementar un proceso de selección, porque con el apoyo de Teach for All yo puedo estudiar lo que hay y adaptarlo». Lo mismo con procesos de reclutamiento y marketing, o con otras cosas. Mi foco en procesos me ayudó a transformar cualquier cosa en un proceso aplicable.

Pero es muy importante contar que el modelo de Enseña Chile proviene de un proyecto que existía hace más de 10 años en USA, llamado Teach for America -luego se llamó Teach for All -que fue el proyecto que conocieron Tomás, Susana y todos los fundadores de Enseña Chile.

Ellos fueron a conversar con su fundadora, Wendy Kopp, y ella les dijo que no lo iban a replicar aún, porque no sabían cómo. Pero pasó el tiempo y Wendy los contactó y les dijo que habían decidido apoyar a los países que quisieran replicar el proyecto y compartir sus aprendizajes con estos. Que habían elegido cinco países para comenzar, y que en Latinoamérica habían elegido nuestro país.

Entonces, Teach for All nos pasó muchísima información sobre todos los procesos que tenían para reclutar, seleccionar, formar y lo demás. En ese sentido no partimos de cero, pero teníamos mucho que adaptar. Porque eran mecanismos para el contexto gringo, con la mentalidad gringa y con los recursos gringos.

¿Qué desafíos tuvo esa implementación? ¿Y qué lecciones?

En su minuto fue revolucionario en cómo entendíamos el rol de los profesores. Que tenía que ser un líder, más que un traspasador de contenidos. Pero desde los colegios había un escepticismo, de quiénes éramos nosotros y por qué creíamos que podíamos hacer clases.

¿Quién nos validaba? Dar vuelta esa reticencia fue el desafío.

Sobre todo los primeros años, que fueron muy difíciles. Plantear que un ingeniero te fuera a hacer clases de matemáticas, muchos lo veían como desvalorizar el rol del docente. Un poco como si estuviéramos cuestionando la capacidad de los profesores, que habían estudiado 5 años de pedagogía, sabían de didáctica y psicología del adolescente, y muchas otras cosas que el ingeniero no.

Por eso, nuestra apuesta fue partir por los colegios que tenían déficit de profesores de especialidad. En Chile hay, y había en esa época, un déficit específico de profesores de matemáticas, de ciencia y de inglés. Sobre todo en colegios de contextos altos de vulnerabilidad, o en zonas aisladas.

Ahí partimos y teníamos que conseguir un permiso especial del ministerio de educación para que habilitaran a nuestros profesionales a dar clases. Y además, tenías que demostrar que no había ningún profesor disponible y que por eso el colegio contrataba a un ingeniero para las clases de matemáticas. Era la forma de entrar a los colegios, y sigue siendo así.

¿Alumni son los profesores de Enseña Chile?

Sí, pero cuando ya pasaron los dos años. Antes de los dos años, a nuestros profes les llamamos pech. La idea es que nuestros pech pasen a ser esta red de alumni, porque luego de conocer la realidad de los estudiantes, los colegios y la educación, muchos de los profesionales siguen trabajando en el sistema educativo, en diferentes roles.

Y esa es la gran apuesta. Atraer talento que se quede para siempre comprometido en buscar soluciones a los problemas de fondo de nuestro país.

Luego de esos 2 años, ¿Qué pasa?

Uf, ahí es dónde se genera el resultado que esperamos. Nuestro objetivo es llevar gente capaz de hacer cambios potentes a la sala de clases. Gente capaz de transformar para bien la vida a sus estudiantes. Y luego de pasar dos años inmersos en ese mundo, muchos siguen vinculados, pero con una experiencia y unas herramientas que ningún postgrado te puede dar.
Como una red de líderes muy diversa, donde todos comparten un mismo foco: los estudiantes.

Por ejemplo, un grupo de nuestros alumnis identificaron como problema que había muchas dificultades en el proceso de capacitación continua a los profesores. No había un buen programa de apoyo a los docentes para que vayan mejorando su práctica. Y crearon un emprendimiento que se llama Impulso Docente. Y les ha ido súper bien, hoy su directora ejecutiva Bernardita Yurazeck fue reconocida dentro de las 100 mujeres líderes 2022

O el caso de un Ingeniero informático, Sebastián Hernández, que hizo clases en Alto Hospicio y que creó un software llamado re-test para ayudar a los profesores a crear pruebas con un banco de preguntas que lo puedas reordenar fácil y eficazmente, y poder hacer más sencillo el tomar pruebas a alumnos atrasados. Optimizó un problema real.

Y como esos, muchos emprendimientos.

Lo que ha sido bacán para nosotros es que, como llevamos 15 años, hoy están de profesores, alumnos de nuestros primeros alumni. ¿Te imaginas lo que es eso?

Uno de esos profesores, por ejemplo, venía de un colegio de alta vulnerabilidad. Se graduó y entró a estudiar Ingeniería a la Chile. Se tituló y entró como profesor de Enseña Chile y pidió dar clases en su colegio. Y allá llegó y les dijo «Yo estudié y salí de aquí, y pude estudiar la carrera que quería, eso es lo que ustedes pueden lograr».

Nosotros teníamos y seguimos teniendo la convicción de que lo que hay que cambiar o mejorar, no son necesariamente las competencias de los profes, sino su rol. El profesor debe ser el líder de su sala de clases y movilizar a los estudiantes desde la motivación y el propósito del estudio y el aprendizaje. Para eso hay que vincularse con cada uno de ellos, ser uno más del grupo.


Y ese rol, ¿cómo se podía cumplir en la pandemia?

A ver. Yo sé que se ha hablado mucho de esto, que fue una crisis, pero este país aún no ha sido capaz de dimensionar la crisis que fue.

El Ministerio de Educación todavía no conoce la brecha que se generó en educación, porque desde que empezó la pandemia, la decisión fue dejar de evaluar a los estudiantes, a los docentes, etc. Entonces no se ha podido hacer un diagnóstico claro de qué tan mal estamos. Lo que es terrible.

Y en la experiencia de Enseña Chile, levanta muchas alertas, como estamos en los colegios más vulnerables, la realidad que observamos fue de encontrar que la no conexión de los estudiantes era superior al 30%, 40%. Alumnos que no tenían ninguna manera de conectarse a la clase y seguir aprendiendo

En eso, reconozco que los profesores se sacaron la mugre. En regiones se generaron unas soluciones ad hoc, a la medida, que pusieron a prueba toda la creatividad.

Pero con todo, aún no dimensionamos los efectos de la pandemia en la brecha educacional y en la salud mental de los estudiantes. No hay diagnósticos para conocerlo. No hay datos.

Se habla mucho de los estragos de la pandemia, porque existen y son reales. Pero respecto a eso, me gustaría que me puedas contar si ante esas dificultades, generaron soluciones o incorporaron prácticas que hoy quieren mantener.

Bueno, hay dos cosas, que de hecho son la razón por la que yo volví a incorporarme a Enseña Chile desde un rol más activo.

El 2020, cuando nuestros profesores se dieron cuenta de que no podían conectarse con sus estudiantes, se organizaron y comenzaron a dar las clases por radio.
Nos preocupamos de estar en radios de todo el país, para que en cada zona, tuvieran la oportunidad de escucharlo.

La principal dificultad fue ser súper creativos para hacer clases entretenidas y motivadoras, ¡por radio! Porque no fue fácil para ellos encontrar una forma de seguir enseñando sin la presencialidad. Sin saber cómo están sus estudiantes. La realidad que estaban viviendo. Pasar los contenidos sin que sus estudiantes pudieran hacer preguntas.

¿Cómo le explicas a los niños el Teorema de Pitágoras, sin que se pierdan o se aburran o sea una paliza para sus oídos? Ese era el desafío y el proyecto se llamó La Radio Enseña. Consistía en que, de lunes a viernes, se hacían clases de lenguaje, matemáticas, ciencias… cada día una asignatura.

Este año 2022, cuando todos volvimos a clases presenciales, mantuvimos La Radio Enseña, pero cambiando su rol. Ahora es un podcast en donde conversábamos sobre temas importantes en educación del siglo XXI, y esos están tratados de una manera más lúdica y amigable, pensando en que no solo los estudiantes puedan aprender con mayor facilidad, sino sus familias y comunidad.
Esa ha sido una parte de mi pega. Planificarlo y gestionarlo.

El segundo proyecto, en el que también estoy, tiene que ver con la conectividad.
Cuando miras las estadísticas, el 70% de los colegios tiene una conexión a internet.
Pero lo que la estadística no te dice, o te lo dice, pero más chiquitito, es que esa conexión de internet es de 2 megas. Con eso ni siquiera puedes subir las listas de cursos, porque se te caen. Que los alumnos tengan acceso a las oportunidades pedagógicas es muchísimo más difícil.

Y tuvimos la gran oportunidad de participar en un proyecto que se llama UnlimitED, que consiste en entregar internet de calidad a las escuelas, por medio de antenas satelitales y además acompañar a los docentes y estudiantes en la adopción de las herramientas digitales para aprovechar el internet como una herramienta pedagógica, para eso diseñamos un proceso de formación para profesores que reciban este internet.

El año pasado partimos y ya tenemos 5 escuelas como un plan piloto, en que estamos haciendo un proceso de alfabetización digital con los profes. Porque piensa que son lugares en que el rol del internet no había sido sustantivo en la sala de clases. Muchas veces son contextos de escuelas multigrado, con diferentes cursos en una misma sala.

Bueno, le presentamos este piloto a Starlink, y les encantó. Así que decidieron financiar 100 antenas más, para otras 100 escuelas. Y ese es nuestro desafío. ¿Cómo armar un modelo que sea lo más masificable posible, para financiar las antenas y apoyar a las comunidades en que se quieren implementar?

Ese te diría que fue uno de los problemas más grandes de la pandemia, y a la vez, de las oportunidades más grandes. Profes que siempre habían sido reticentes al cambio, se dieron cuenta de que tenían que subirse al carro. Esa disposición es diferente. Tienen ganas de aprender, de capacitarse. Yo creo que eso vino gracias a la pandemia. Ese cambio de mentalidad, que se podría haber tardado años, se tuvo que hacer en meses. Intenso pero muy valioso.

Y resulta que la semana pasada, uno de los donantes de las antenas de Starlink, Jared Isaacman, que es el comandante astronauta del proyecto Polaris, quiso conversar con los niños de la escuela donde se había instalado una antena, entonces tenías a todos los estudiantes y a los profesores de la Escuela San Miguel de Quintrilpe, en la Araucanía, conectados en un Zoom con el astronauta y su tripulación.

Esos dos ejemplos, La Radio Enseña y nuestro proyecto de alfabetización digital a escuelas rurales de la mano de la implementación de una buena red de internet, son aprendizajes que llegaron para quedarse. Por un lado, rescatar el valor de algo antiguo, como es la radio, y por otro, la oportunidad que estas antenas donadas nos abren para avanzar hacia el futuro.

A propósito de esa donación, quiero preguntarte cómo ves tú el rol de las donaciones privadas para la solución de problemáticas sociales

Bueno, las donaciones de privados son súper importantes para las fundaciones sin fines de lucro. Eso es una realidad.

Sin embargo, una cosa de la que usualmente no se habla mucho tiene que ver con los cambios o aportes hacia los que suelen ir orientadas esas donaciones, es algo que está comenzando a cambiar, pero todavía falta mucho

Usualmente, las empresas tienen en general un Área de Responsabilidad Social Empresarial, que tiene una meta de donaciones por año, las cuales miden su impacto según KPI o indicadores de logros, pero esos logros deben ser a corto plazo para poder ser rendidos anualmente, por eso es fácil medir cosas como:
¿Cuántos desayunos organicé?, ¿Cuántos niños recibieron un computador?, ¿Cuántas personas tiene algo, que les ayuda, que antes no tenían?

Pero esta lógica dificulta mucho los proyectos de largo plazo, como es el caso de la educación, que tiene un efecto lento, el cambio significativo se demora y eso implica un compromiso del donante con un proyecto de varios años, es importante medir el avance y asegurarse de que se avanza en el camino correcto, pero los reales resultados no son inmediatos.

Y sí, es más fácil medir el primer tipo de donaciones, porque son cuantificables muy rápidamente. Es cosa de contar.

Pero con los computadores, por ejemplo, ¿Cuántos niños manejan las habilidades digitales necesarias para progresar en su aprendizaje?, ¿Cuántos profesores?
Avanzar en eso es a largo plazo. Y es un desafío para el mundo privado y público.

¿Qué representa Enseña Chile en tu vida?

Enseña Chile tiene un rol fundamental para mí. O sea, está justo detrás de mis hijos. [Ríe]

Yo entré el 2008. Luego me salí, pero tampoco del todo porque estaba igual en el directorio, y ahora volví… y me pasa que trabajar en algo en donde sientes que genera un impacto que estás viendo ese impacto significativo, te llena de propósito.

Yo creo que para un ingeniero, trabajar en una fundación, la que sea, es una opción profesional en la que estás cediendo muchas cosas. Cedes sueldo, prestigio y hasta oportunidades que el mismo trabajo te entrega.

Pero el levantarte en la mañana feliz, todos los días, porque te encanta tu trabajo y la gente con la que trabajas, hace que todo valga la pena. Y que te convenzas de que más gente preparada y bien capacitada se tiene que meter en esto.

Si no, no salimos adelante. Cada cierto tiempo hay una sensación de frustración. De que no hay por donde. Llevamos 15 años y todavía no cambiamos la educación de este país.
Pero luego te conectas con las historias en que sí impactaste y conoces el nivel de ese impacto, y pucha, te das cuenta de que sí hay por dónde.

De que hay gente que se motiva y se compromete. Y de que si va cambiando la educación, de a poco, pero va.

Yo no sé cuánta gente vibra así con su pega. De que quieran llegar todos los días, y compartirlo, y que cuando hablo no me para nadie. Es un regalo para mi vida.

Tu opinión entre lo individual y las problemáticas sociales

Desde el punto de vista personal, creo que este país se ha estado segregando peligrosamente. Y que parte de la crisis que existe hoy, de la falta de confianza, de comunidad, de conexión, es porque la gente vive encerrada en sí misma. No conoce otras realidades con las que no conviva directamente.

Y nosotros, desde Enseña Chile, creemos que si tú quieres resolver un problema, tienes que convivir con él. Si quieres solucionar la educación, tienes que estar dentro de la educación. Si quieres solucionar la salud, tienes que estar en salud.

Si no, no sabes cuáles son las raíces del problema, como lo hablamos al principio.
Y yo creo que, en ese sentido, deberíamos abrirnos a las experiencias. Conectarnos con quienes viven aquellas cosas que queremos mejorar. Que las universidades lo hicieran obligatorio. No algo que quede a criterio de cada uno. No esta idea de que puedes ser un profesional, sin haberse vinculado con las problemáticas profundas de tu área.

Porque hoy, si lo haces, es como bonito pero no imprescindible. Y sin esa experiencia, el impacto que puedas hacer no va más allá de lo que aprendiste en la universidad y lo que te exige el trabajo. Pero es necesario saber impactar desde las necesidades reales, para solucionar un problema que nos afecta a todos.