Ingenieros UC por el Mundo, Entrevista a Andrés Camero

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Dicen que todos los caminos llevan a Roma. Pero a veces, algunos de esos caminos se extravían dentro del viejo continente.

Andrés Camero, ingeniero civil UC de la generación 2003, ha recorrido distintos caminos sin pensar mucho a donde lo pueden llevar. Se fue de Chile el 2014 y hoy trabaja en el Centro Aeroespacial Alemán (DLR). Cree firmemente en la divina coincidencia y en el azar como direcciones de vida.


¿Por qué estudiaste Ingeniería?
Fue azar. Una coincidencia . La verdad es que yo quería estudiar en la Universidad de Chile. Mi papá era Ingeniero de la Universidad de Chile y cuando estábamos en el colegio, típico que nos invitaban a estos desayunos o visitábamos la universidad. Estaba convencido de que iba a estudiar en Beauchef y cuando salieron los resultados de la prueba de aptitud, me fue bien.


Y el día que debía inscribirme, fui con un amigo al Parque Arauco, donde tenía que llenar un papel con mis prioridades de ingreso. Iba a poner la Universidad de Chile y mi amigo me dijo «Oye, pongamos la Católica primero. Vayámonos a la Cato» y no sé por qué, pero le hice caso. Y así fue, casi por una broma de un amigo. Pero no me arrepiento en lo más mínimo. Creo que fue la decisión correcta. Aunque no haya sido premeditada, fue lejos lo mejor.

¿Qué cosas te fueron haciendo sentir satisfecho?
Primero, el entorno. La Universidad tiene una cosa que me encanta que es la vida en el campus. San Joaquín es maravilloso. Más allá de que lo encuentro bonito como lugar, me parece genial que tengas que moverte por la Universidad. Por ejemplo, en la mañana tenía clases en la Facultad de Ingeniería, después, a medio día, en alguna facultad distinta, como la de psicología, luego me podía dar una vuelta por la biblioteca, almorzaba en agronomía y en la tarde me iba a las canchas a jugar. Tiene vida.

Es una micro ciudad y tiene lo que realmente engloba el término de Universidad. No es que vas a un edificio donde sólo está lo tuyo y no interactúas con nadie más. Te abría la mente. A mi me gustó mucho eso de que no era sólo ingeniería, viendo puros ingenieros todo el día, sino que tenías clases con gente que pensaba distinto, que vivía distinto, en un entorno donde finalmente se propiciaba que hubiese esa interacción.

¿Sientes que eso influyó o modeló en parte lo que eres hoy?
Sí, de todas formas. Porque entender que hay distintas formas de ver la vida o de enfrentar los problemas le agrega mucho valor al trabajo. Yo, antes de vivir en Alemanía, viví casi seis años en España y en mi trabajo de antes la mayoría de mis compañeros eran españoles o latinoamericanos. Hoy, en cambio, si en el laboratorio somos 100 personas, deben haber por lo menos unas 35 nacionalidades distintas, y cuando te enfrentas a gente tan distinta, tienes que pensar de una forma diferente. Va más allá del tema del lenguaje. Es el hecho de que distintas culturas enfrentan los problemas de forma diferente. Y siento que lo que empecé a aprender en la Universidad en ese minuto, sentó las bases de lo que ha sido algo super importante en mi vida.

Vínculo con la FIUC ¿Fuiste becado?
No, no becado, pero si hay una relación. Cuando yo estaba estudiando, el 2006 fui vocal de becas y bienestar. Junto a la FIUC se instaló un convenio de becas entre lo que hacíamos como alumnos y lo que hacían en la fundación, para así entregar becas conjuntamente. Entonces, aunque no estuve becado, pude participar de darle forma a esta alianza que sigue hasta hoy.

¿Qué hiciste cuando sales de la Universidad?
Bueno, aquí fue nuevamente el azar. El azar tiene un lugar importante en mi vida, que está marcada por las decisiones no premeditadas.
Yo quería continuar en la academia. Me gustaba y estaba convencido de que quería seguir en la universidad. Pero en aquella época tenía que hacer mi práctica profesional y fui a uno de esos típicos desayunos que organizaban las compañías, específicamente a uno de LAN.
Recuerdo que allí escuché a Gonzalo Undurraga, que nos contó su historia. Y me encantó.

Pensé «Voy a hacer mi práctica aquí» y entré para hacer mi práctica. Cuando terminé me ofrecieron quedarme y como me gustaba, me quedé ahí. Y dejé de lado este proyecto de seguir en la Universidad. Empecé a trabajar el 2009 y trabajé hasta el 2012. Fue mi primera pega, trabajando en proyectos grandes y me tocó viajar bastante a USA.

Cuando llevaba dos años y medio recibí una llamada para invitarme a una entrevista de trabajo en Minera los Pelambres, porque la compañía quería ser sustentable y buscaban a alguien que montase una plataforma de relacionamiento con clientes.

En ese minuto la sustentabilidad me llamaba mucho la atención, así que renuncié a mi trabajo en LAN, me fui a la minera y, como a las dos semanas de trabajo, el gerente de la compañía anunció que renunciaba. A tercera apareció el dueño y nos dijo que le daba igual lo de la sustentabilidad, decidieron dejar el proyecto de sustentabilidad y de la gerencia que yo había entrado a incorporar, despidieron a todos menos a mi jefa, que tenía fuero maternal, y a mi. Me ofrecieron otro puesto pero dije que no, porque no era lo mío y porque después de conocer el daño ambiental que generaban y de que ya no les interesaba como empresa ser sustentables, me dio a entender que les daba lo mismo seguir haciendo ese daño.

Hablé con una ex compañera de trabajo de LAN y me dijo que necesitaba a alguien. Así que renuncié a la minera y volví a LAN que ahora era LATAM. A los tres días de volver me tuve que ir a Sao Paulo por un proyecto. Viajaba todas las semanas, pero mi casa estaba en Stgo. Así que ese primer año me anduve moviendo entre Santiago y Sao Paulo, trabajando en el proyecto que integraba. Que era tan entretenido como estresante [ríe].

¿Así llegaste a vivir en Alemania?
No, yo renuncié a la LAN el 2014, porque mi mujer estaba apunto de terminar su carrera, ella estudió medicina, y decidimos juntos que hiciera su especialidad en España.

Originalmente nos íbamos a ir a Alemania, pero cuando estábamos decidiendo nos cuestionamos ¿Por qué nos vamos a ir allá? El clima es fatal, es otro idioma. y la verdad es que la razón era que alguna vez nos habían dicho que allá estaban super bien en medicina. Pero lo estábamos haciendo sólo por eso.

Así que decidimos mejor irnos a España, a la ciudad de Fuengirola, cerca de Málaga, otra vez por coincidencia. Fue básicamente porque queríamos un lugar con buen clima y con playa. Entonces tomamos un mapa y comenzamos y nos llamó la atención Málaga. Y así lo decidimos. Sin pensarlo mucho.

Y la verdad es que quedamos encantados. De hecho nos acabamos de comprar una vivienda allá. Mi corazón está en Andalucía. Soy andaluz de corazón.

¿Qué hacías allá?

Durante el primer año intenté montar dos negocios con amigos en Chile. En esa época era como el boom de montar una start up tecnológica. Pero nos fue fatal, aunque aprendí mucho. Mi principal aprendizaje fue que cuando quieres hacer algo tienes que estar realmente comprometido con eso. Yo estaba muy comprometido, pero mis compañeros no porque tenían sus trabajos en Chile. Para ellos era un “a ver si funciona” y para mi era “tiene que funcionar porque se me está acabando el dinero”.

Mientras tanto, mi mujer preparaba un examen llamado Médico Interno Residente (MIR) que permite entrar a las especialidades médicas. Finalmente cogió una plaza (cupo). Entonces conversamos y como lo que yo había intentado no funcionó, nos tomamos un tiempo de descanso, como vacaciones más o menos, y después cuando ella empezara a trabajar, yo volvía a trabajar.

Ahí comenzamos a ver donde tomar su plaza. Si en Málaga o en otro sitio. Comenzamos a recorrer hospitales de otras ciudades y terminamos con una lista de tres posibles destinos: Bilbao, Valencia y Málaga.

Optamos por Valencia, nos fuimos para allá, encontramos un departamento, conocimos el Hospital en donde le tocaba, pero no estábamos totalmente convencidos. Pasábamos de Fuengirola, una ciudad mediana de unos 80 mil habitantes, a Valencia que es una ciudad con más de 1 millón.

Y el día antes de que ella tuviera que ir a coger su plaza, recibió un llamado telefónico de una compañera que le aconsejó conversar con un doctor que había hecho su especialidad en lo mismo que quería hacer mi mujer (oncología), que estudió en Málaga, hizo su especialidad en Valencia y que trabajaba en Bilbao. Coincidían justo nuestras tres opciones. Ella lo llamó y él le explicó que por la situación de ese minuto y los hospitales que quedaban disponibles, la opción que le recomendaba era Málaga. Así que tomamos todas nuestras cosas y volvimos a Málaga.

Entonces hablé con un amigo e iniciamos un negocio de consultoría informática. Funcionó y me di cuenta de que no era lo que me llenaba la vida, aunque rentaba. No me veía haciendo eso el resto de mi vida ni los próximos años.

En esa época reapareció mi inquietud de volver a la academia y fui a darme una vuelta a la universidad para ver qué tenía para ofrecerme. Me metí a hacer un Master que era semi presencial, así que podía seguir trabajando en ese negocio que no me llenaba, pero me daba dinero. Hasta que se me dio la oportunidad de hacer el doctorado en la Universidad. Entonces le dije a mi socio que yo no seguía. Y me metí de lleno a la academia.

Y coincidió con que junto a mi mujer nos enteramos de que íbamos a tener a nuestro primer hijo. Teníamos que empezar a ordenar la vida. Ella con su plaza y yo metido en el ambiente académico Español, que tiene sus particularidades porque es un sistema extremadamente competitivo, pesimamente mal remunerado y con muy pocas plazas para ocupar.

¿En qué te especializaste?

Mi master fue en Ingeniería en Software e Inteligencia Artificial. Y con el doctorado continué en algo super puntual que se llama neuro evolución, que en cristiano es usar computación evolutiva para diseñar redes neuronales. Se diseñan programas que se programan a sí mismos, que imitan el comportamiento evolutivo porque toma la idea del proceso genético de combinar los distintos genes.

Por ejemplo, si necesitas resolver un problema de asignar gente a trabajo. Tienes N personas, ciertas tareas que hacer y debes asignarles cuales personas se dedicarán a qué tareas. Un problema de optimización combinatoria. Una manera es proponer una solución, es decir, la persona A a la Tarea A, la persona B a la tarea B… y así van surgiendo soluciones nuevas, se evalúan cuales son mejores y peores y en el largo plazo terminas encontrando soluciones mejores que la inicial.

¿Y cómo llegaste de eso a la Agencia donde trabajas hoy?

A mediados del 2019 nació nuestro segundo hijo y surgió la oportunidad de ir a hacer una estancia, por el doctorado, a los Países Bajos. Así que la tomé, cogimos nuestras cosas, cargamos el auto y partimos a Leiden, en los Países Bajos. Leiden es una ciudad preciosa. A mi gusto la más bonita de Europa.

Estando allá me ocurrió una cosa que de verdad no sé si fue el destino o diosidencia, porque el primer domingo, fui a la iglesia y estando en misa alguien me vio que andaba perdido, porque todos hablaban en dutch menos yo, se me acercó y me preguntó ¿Eres italiano? yo le dije que no, que español. Y me respondió que había una mujer peruana que me podía presentar.

Me la presentó, conversamos, le conté un poco de mi, mi familia y lo que estábamos haciendo y me dijo que le diera su número a mi señora, para que ellas pudieran conversar.

Resulta que esta mujer está casada con un científico que trabaja en la Agencia Espacial Europea (ESA) y terminamos haciéndonos amigos, nuestra familia con la de ellos. Un día mi mujer le preguntó en broma qué tenía que hacer yo para entrar a la ESA. Él lo tomó en serio y nos explicó que si no había trabajado antes en una agencia espacial, era casi imposible. Pero me pidió mi curriculum y dijo que la podía mandar a otras agencias.

Bueno, nuestra estancia en Leiden llegó a su fin, volvimos a Málaga y después de un par de meses recibí un correo de la Agencia Aeroespacial Alemana (DLR), explicándome que estaban buscando a alguien y que pensaban que yo podía ser esa persona.

Nosotros teníamos ganas de irnos a Alemania, así que les respondí y el cargo me gustó mucho pero me pareció que me quedaba grande. Tuve la entrevista y cuando terminó le dije esto, que estaba seguro de estar preparado para ese trabajo, pero la persona que me entrevistó me dijo que pensaba que en realidad sí. Luego me invitaron a una entrevista en Munich, así que partí, la tuve y me fui con una buena sensación.

Me escribieron un lunes para decirme que me ofrecían el trabajo y el día viernes comenzó la pandemia del coronavirus. Así que mientras se venía el mundo abajo, comenzamos a planificar la mudanza, yo renuncié mi trabajo, y en junio del 2020 nos vinimos a vivir a Wessling y estoy trabajando aquí, como Helmholtz Al Consultant Team Leader en la Agencia Aeroespacial Alemana.

¿Cómo ha sido adaptarse a este cambio?

Para los niños ha sido más fácil. El idioma lo cogieron rápidamente. En casa, con nosotros hablan en español, y entre ellos y con la gente se comunican en alemán. Aquí en Alemania los niños van al jardín infantil, que aquí le llaman kindergarten, hasta los seis años.

Nuestro principal proyecto familiar es terminar de arraigarnos aquí. Mi mujer se está preparando para poder ejercer como médico, porque necesita tener un nivel de alemán muy alto para hacerlo. Y en lo laboral, yo busco desarrollarme y asentarme más en el trabajo.

El clima acá es más frío que en España o que en Santiago. Sobre todo en invierno. En verano la temperatura suele ser de 24 grados, lluvioso. Este año nos tocó una ola de calor, con temperaturas sobre los 30 grados, y aquí pega fuerte. Porque las instalaciones no están preparadas para el calor. 

¿Qué ha sido más desafiante ahí?

El nivel que hay acá es muy distinto. Muy superior a lo que uno está acostumbrado en Chile. Cuando me vine, por ejemplo, en el DLR tenemos un presupuesto más grande que todo el gasto público en educación de Chile. O yo, cuando hablaba con mis colegas, me daba cuenta de que tenían unos curriculums impresionantes que yo quizá nunca voy a tener, que a esas altura no tenía, y me sentía como un pez nadando entre tiburones.

Pero con el paso del tiempo, los resultados me han ido demostrando y retroalimentando que si estoy aquí es porque me lo merezco. Porque pertenezco a este grupo. Yo, lo que hago, lo que aporto.

¿Y la Universidad te sumó para ser ese que eres?

Sí, sobre todo en dos cosas. Una es que cuando estudiaba siempre estaba ese discurso de que en la Católica somos los mejores y puedes lograr lo que quieras. Y si bien suena a un discurso más de marketing, igual me quedó.

Y lo otro es que cuando estaba en la Universidad, un profesor que me marcó muchísimo fue Enrique Perez Santi, que me hizo un par de cursos sobre ingeniería de software. Siempre me decía que yo no iba a ser feliz o a desarrollarme profesionalmente nunca si me quedaba en Chile.

Ahora, al recordarlo, es gracioso y casi premonitorio. Me fue dejando este germen de ir entendiendo al mundo como un lugar mucho más amplio y más heterogéneo de lo que había vivido de niño y que fue súper importante eso para salir de mi zona de confort. Porque quizá, si me hubiese quedado en Chile, hoy tendría un muy buen trabajo, quizá que me gusta y que me renta, pero no era lo que me motivaba en la vida. No era lo que estaba buscando. Y la universidad me fue abriendo ese mundo, en donde se podían buscar y anhelar otras cosas.