Ingenieros por el mundo Entrevista a Julio Molina

Compartir

Si no hay un destino, no hay avance. Solo hay movimiento. Julio Molina (50), ingeniero civil de industrias con mención mecánica, es vicepresidente de Cummings Perú desde hace tres años. Desde Lima nos compartió su experiencia profesional, la importancia de su paso por la universidad y la necesidad de tener claridad sobre lo que se quiere, para poder avanzar en la carrera. Pero la ingeniería también es mirar el presente y a quienes aún viven con los mismos desafíos que sus padres y hasta sus abuelos. Camila Campos (45) es una ingeniera comprometida con el problema de la brecha de desigualdad en la educación. Desde Enseña Chile busca transformar el grave escenario actual, pero con ideas que nada tienen que envidiarle a enviar un cohete al espacio.

Por Felipe Jure

¿De dónde eres tú?

Soy de Santiago, de toda la vida. Ahora estoy viviendo en Lima, desde hace 9 años, y es la primera vez que salgo de Chile por trabajo.

¿Por qué estudiaste ingeniería en la Universidad Católica?

[Ríe]
Yo estudié ingeniería porque en el colegio siempre me costaron las matemáticas. Y lo tomé como un desafío. No podía ser que me costaran tanto, así que decidí estudiar ingeniería.
Y estudié en la Católica porque soy colocolino.

En esa época mi idea era estudiar en la Universidad de Chile, y mis amigos me decían que durante la carrera me iba a cambiar de equipo. Así que justo cuando estaba llenando las inscripciones de Universidad, pensé «si me voy a cambiar de equipo, que sea a la Católica. Nunca a la Chile». Y por eso. No fue por su infraestructura, ni por su malla, ni los profesores. Aunque sí considero hoy que fue en absoluto un acierto.

A veces son extrañas las maneras en que tomamos algunas decisiones, pero no por eso dejan de ser positivas. A mí me gustaba hacer cosas y la ingeniería es una carrera súper amplia. Te permite mucho y en muchas áreas. Yo conversé con varias personas que eran ingenieros de profesión, y en ese buscar me pareció que podía ser una gran oportunidad y un desafío personal. Porque a veces uno no está muy claro en el colegio.

¿Y sigues siendo de Colo Colo, o te cambiaste?

No, jamás. Siempre fiel colocolino. No juego, pero tengo pasión de hincha.

Vale, entonces ya dentro de la universidad ¿Cómo fueron los primeros años en la Escuela de Ingeniería?

Lo pasé increíble. Lo único es que no iba mucho a clases. Pero participaba en todo lo que se podía. Trabajos, proyectos, misiones… Me tocó ser jefe de los trabajos que hacíamos en Ingeniería. Las 2000 Mediaguas, por ejemplo, donde junto con Francisco Irarrázaval fuimos los que empezamos este proyecto.

Yo creo que fui de esos que salieron llorando de la universidad. Soy de la gran e histórica generación del 91 y tengo una base de amigos de varias generaciones. Pienso que aproveché la universidad a full. Fui ayudante de geometría descriptiva, también de dibujo técnico, de mecánica, diseño mecánico y de termodinámica. Hice mi Master in Administration and Business, y aunque podría haber estado más en clases, estoy convencido de que de todas maneras aproveché mucho la formación integral.

¿Qué le debes a tu paso por la Escuela?

Yo construí bastante de mi vida gracias a mi paso por la universidad. Definió, por ejemplo, mis amigos, las cosas que he hecho o al menos muchas de ellas, y por supuesto lo de las mediaguas, que fue un proyecto importante para mí, como un hijo, me ayudó a encontrar el sentido en lo que iba a hacer, que uno como ingeniero puede aportar desde varios ámbitos.

Recomendaría a los que están estudiando que traten de hacer cosas en todas las facultades que les interesen. Que exploren. Yo tomé cursos de fotografía en lo contador, tomé cursos en casa central… y cuando escucho gente que dice que los ingenieros somos todos cuadrados, aunque puedo entender de dónde viene, creo que es súper injusto.

Por ejemplo, en mi época que entrabamos 400, había de todo. Gente que era genial en matemáticas, poetas, músicos, deportistas… de lo que tú quisieras ibas a encontrar. La Facultad es realmente diversa, quizá no tanto en género en esos tiempos, pero en calidad humana sin duda.

Y de todas las actividades en que participaste ¿Qué cosa fue la que más te marcó?

Techo, sin ninguna duda. En esa época se llamaba 2000 Mediaguas para el año 2000 y haber estado ahí, moviendo gente, gestionando recursos, organizando actividades, todo para que funcionaran esos proyectos, a mí me fue enamorando. Y me mostró lo que podemos hacer los ingenieros, construir, gestionar, hacer las cosas posibles.

Ese proyecto no nació por la inventiva o la inspiración de un minuto solamente. Fue por la preparación que nos daba la universidad, por un lado, y por el contexto que se nos presentó. Surge de las primeras misiones grandes en que participó la universidad, que yo tuve la oportunidad de organizar, donde nos fuimos más de 600 personas a Curanilahue y Lebu. Por eso Techo partió primero en Curanilahue y Lebu. Porque nació allí.

Y cuando lo sacamos, no quisimos sacarlo como algo de la UC, porque queríamos darle un sentido plural, pero tú veías que la mayoría éramos de la Católica. Por eso lo hicimos desde el INFOCAP, para que pudiera ser algo más amplio.

Así que mi último año lo hice en paralelo, trabajando ahí y estudiando en la universidad. En ese tiempo esto se llamaba “la tercera opción”. Porque lo típico era irte al mundo privado, o al servicio público. Pero esto era un tercer camino en el mundo del servicio social.

 

¿Y por qué decidiste quedarte en Techo?

A mí lo que me motivó fue el proyecto. No es que yo elegí esto porque pensaba en dedicarme a ese tercer camino de lo social. Para nada. Fue que en un minuto comenzamos a hacer eso y resultó. Y nos sentimos, como equipo, responsables de que lo que habíamos comenzado se convirtiera en algo más.

Porque ahora Techo es grande, pero en algún minuto partió de cero. Y aunque nunca imaginamos que iba a llegar a ser lo que es hoy, sí creíamos que podía convertirse en algo importante. Entonces la decisión fue quedarse y consolidarlo en un par de años, y luego entregar el timón a una nueva generación. Pero nunca imaginé que mi vocación de vida iba a estar allí. Fue el compromiso con el proyecto y la responsabilidad de confiar en él.

Es verdad que en ese tiempo no era una decisión fácil. Que si tú comparas con lo que te daban otros trabajos a los que podías optar en ese momento, tenías que restringirte de ciertas cosas. Pero era poco, porque el prestigio que te daba era bastante. Lo que quiero decir es que no lo considero hoy como algo que fuera en desmedro de mi carrera, sino al contrario. Me enseñó muchas cosas, me abrió muchas puertas y me hizo muy bien.

De hecho, cuando finalmente me pasé a la empresa privada, sentí que no hacía nada por el ritmo del que ya venía y al que estaba acostumbrado. Por eso también renuncié a los seis meses a la empresa privada. Sentí que hacía muy poco y tuve que reevaluar.

¿Cómo fue esa transición? De pasar de un proyecto intenso con el que estabas muy comprometido, a empezar a trabajar en otras cosas que quizá no conocías y donde tenías que empezar a desarrollar tu carrera profesional.

Bueno, yo tenía claro que Techo no era para siempre. Y a los dos años comenzamos a buscar una nueva generación para hacer el cambio de forma coordinada y que la gente de las viviendas supiera con quienes iban a seguir. Yo había decidido no entrar a trabajar a ninguna empresa relacionada con Techo, para evitar sospechas de conflictos de interés.

Me costaba encontrar el sentido fuera de ahí y por eso es que al principio renuncié. Porque uno tiende a encontrarlo en cosas similares a lo que al principio te hizo ese sentido. Entonces estuve seis meses trabajando, renuncié y comencé a buscar y a reflexionar.

Empecé a trabajar en una consultora, que pienso que te dan espacio para pensar, y luego me comenzaron a entretener los mismos proyectos de las empresas, su mundo, el cruce de personas, etc. Pasé también por LAN Chile, dos años, en la parte de carga, coordinando operaciones, y allí entendí que en la empresa sí que se hacen cosas. Con mucha gente a cargo y bien absorbente.

Yo creo que de verdad las empresas tienen que tener un sentido. No es solo trabajar por el beneficio económico. Eso es necesario, pero también hay que tener algo más. Por su equipo, por sus objetivos, de qué impacto quieren hacer y cómo lo quieren hacer.
Entender eso sobre ti, te aclara el panorama de en qué quieres trabajar, en dónde, y cómo.

Hasta que finalmente me llamaron de la primera empresa en que trabajaba, Cummins, por si quería volver. La primera vez que estuve ahí trabajé en logística y ahora me llamaban para ver si me interesaba el área comercial. Y al ir a la entrevista, me di cuenta de que no era realmente el candidato, por diferentes razones. Así que se los expliqué, les agradecí, pero me hicieron la oferta igual. Me explicaron que de todos los candidatos, era el que tenía más claro lo que se necesitaba y que confiaban en que podría superar las cosas que no tenía o me costaban.

¿Qué diferencias encontraste al volver?

Bueno, primero que yo era diferente. Había crecido. Tenía objetivos más claros y de hecho mi mentor era el gerente general y me iba preparando para que, algún día, lo reemplazará a él. Así surgió esto de Perú.

Un día me preguntó si quería mudarme a Perú, porque estaba disponible la gerencia general. La empresa en Perú depende de la empresa en Chile, así que él era director y me ofreció esa oportunidad, porque la veía como una buena instancia de formación para llegar algún día a la gerencia general en Chile. Yo estaba casado, pero con hijos pequeños, así que acepté, pensando en estar 2 o 3 años allá. Y eso fue hace 9 años ya.

¿Qué has hecho desde que llegaste a Perú?

A ver. Llegué como gerente general de Cummins, que es una empresa que fabrica motores de diesel. Estuve en ese cargo durante 6 años, bien entretenido, donde partí con un equipo pequeño y fuimos creciendo. Y por eso me ofrecieron hace tres años ser el vicepresidente de Komatsu en Perú, que es un poco como el gerente general. Aquí me ha tocado ver de todo. Principalmente, minería y construcción, pero hay más. Tengo 1.200 personas a cargo y me gusta porque puedo hacer cosas para mejorar y ayudarles a ellos a mejorar.

¿Cómo ha sido la experiencia?

Muy buena. En lo familiar es interesante porque, por un lado, tienes que valerte de tu familia, pero de pronto ya no tienes familia, o tienes muy poca. Entonces tus amigos se convierten en tu familia. Además, hay una ironía, que es que aquí la gente migra mucho. Entonces de tu nueva familia, que son tus amistades, no es raro que también se vayan. Y es como un reflejo de lo que uno generó cuando se vino de Chile, pero siendo quien se queda en este caso.

Luego, como vives afuera, muchos panoramas familiares ya no están. Se sale mucho y se conoce mucho. Yo creo que si no todos, conozco la mayoría de los buenos restaurantes de Lima.

También hay una cosa que he conversado mucho con personas que tienen una empresa y quieren venir a ponerla acá. Y es esta idea de que porque en Chile te fue bien, aquí también te va a resultar. Piensan que desde allá se puede hacer lo mismo acá, a control remoto, con un par de PowerPoint o enviando a un gerente.

Pero no es tan así. Construir un aprendizaje para que las cosas se hagan como tú quieres que se hagan, tienes que venir tú. Es la manera más cara de hacerlo, pero si no, las cosas se van a hacer como quieres que se hagan. Y no es porque aquí los profesionales no sean buenos, ni que la calidad humana sea inferior. No es eso. Yo tengo un equipo principalmente peruano de primera línea, y no tengo nada que decir sobre su profesionalismo. Pero si quieres replicar una cosa, tienes que enseñarla.

¿Cómo llevas la jefatura?

A mí me parece muy entretenido estar en la posición en que estoy. Puedo ver cómo crecen las áreas y la gente, puedo moverlas para que crezcan, puedo tomar decisiones importantes, me tocan las reuniones entretenidas, tengo la capacidad de influir en carreras y en la empresa.

Y yo también tengo un jefe, que tiene un jefe… aunque cada vez que la pirámide de mando se achica, se vuelve más entretenido. También me ha dado mucha perspectiva sobre lo que hacen las personas que tengo a cargo.

Uno muchas veces piensa «en el cargo de más arriba, yo lo haría todo», y no te das cuenta de que en el cargo en el que estás, aún puedes hacer muchas cosas.
Siempre hay mucho más que aportar, pero si esperas a que te lo digan todo, eso no va a pasar. Tiene que nacer de ti, porque las jefaturas también tienen otras cosas que ver y otras responsabilidades que cumplir.

En ese sentido, ¿el ir avanzando en tu carrera te permitió tomarle valor a los trabajos que hiciste?

Absolutamente. Si yo he llegado hasta aquí es por los trabajos en que estuve, que me permitieron aprender y demostrar lo que puedo hacer.

Primero, siempre hay que partir por hacer bien lo que se hace. Tu trabajo debe ser excelente. Pero ese es un desde. Es lo básico. Y hay que mirar lo que hacen otras áreas, tratar de entenderlas y ver cómo poder ayudarles. Involucrarse.

No siempre las empresas deciden puestos por el cargo que ocupas en ese momento o por las responsabilidades que tienes. Los liderazgos también son muy importantes, y tú no necesitas estar en una jefatura para ser líder. Entonces participar te da la oportunidad de mostrar esos liderazgos y de conocer otras áreas.

Ser proactivo en tu carrera. Tener claro el siguiente puesto que quieres ocupar. A donde quieres llegar o lo que quieres hacer. Eso también sirve mucho. Y después es muy importante también entender a la empresa y por qué toma las decisiones que toma. Si estás en una empresa familiar, en que se abre un puesto y el que entra es el hijo del dueño, más allá de lamentarte, es súper buena información. Porque si el dueño tiene otro hijo, ya sabes que tú no vas a ser nunca ese gerente.

Todas las empresas tienen ciertos códigos para tomar sus decisiones. Y entender eso te permite tomar decisiones con tu futuro. Cuando ascienden a alguien, preguntarse por qué. Identificar qué hizo esa persona para obtener ese ascenso. Y ser crítico, porque no te sirve quedarte en la frustración o la envidia. No te aporta nada.

Tú mencionaste el sentido de las cosas. De lo que quieres, de lo que haces. ¿Cuál es la importancia que tú ves en identificar ese sentido?

Es súper importante ese sentido o tener claro a dónde tú vas. Quizá la gente no siempre se da cuenta, pero uno siempre está trabajando por dos cosas. Una es tu presente, pero otra es tu futuro.

Trabajar por tu presente es cimentarse. Pero no puedes quedarte circunscrito solo a eso. Porque al entender que tú tengas el deseo de tener más dinero, o más libertad, o más crecimiento, o lo que sea que quieras, te vas a dar cuenta de que para llegar a esos objetivos vas a tener ciertos límites y ciertas oportunidades que debes empezar a trabajar hoy.

Y si no tienes claro ese objetivo, no puedes hoy construir. Porque el futuro al final siempre llega. Y es importante que te pille bien parado. Yo te diría que los principales factores de crecimiento personal son de uno mismo. La empresa tiene otros objetivos, pero tener la claridad de lo que quieres, es tu trabajo.

¿Tomarse el tiempo de reflexionar sobre ese sentido de las cosas te parece que es algo necesario en el trabajo, día a día?

Sí, totalmente. Yo de repente estoy dando feedback, paro y les digo «Mira, ahora vamos a parar. Tú te vas a ir a tu casa, vas a abrir una cerveza y quiero que te sientes a pensar en esto» y mañana seguimos con esto. La reflexión necesita que tú hayas ido madurando y haciendo o encontrando sentido a otras cosas anteriores. Es cómo tú desarrollas tu carrera, qué buscas, qué quieres, qué puedes hacer.

A mí me pasa que llega gente, se sienta y me dice «ya jefe. Estoy listo para mi siguiente desafío». Y yo quedo como «bueno, felicitaciones, qué quieres que haga?». Porque el tema no es ese. Es lo que tú quieres hacer. Si tú vas a dejar las decisiones sobre tu futuro en las manos de otra persona, eso creo que está mal.
Yo puedo necesitar a alguien en Timbuktu, porque la empresa necesita eso, y es donde más me puedes ayudar, pero ¿eso es lo que quieres? ¿Te sirve a ti y a tus metas?

Y claro, esto no es tan simple. La vida misma te presenta oportunidades y cambios. Pero es importante tener claro lo que a ti te hace sentido, para orientarte en las decisiones.

Esa mirada reflexiva que muestras, ¿te ha servido para descubrir diferencias entre Chile y Perú en estos 9 años que llevas allá?

Bueno, nosotros somos maniáticos de la puntualidad. Aunque nos cueste creerlo. Por ejemplo, en Chile tú citas una reunión de trabajo a las ocho, y a las ocho están cerrando la puerta, los últimos. Acá no. Una reunión a las ocho, tú llegas a las ocho y a las ocho 15, quizá están entrando todavía.

Y es algo cultural. Te invitan a comer a la casa a las siete, y si tú llegas a las siete es 50% probable que en la casa no esté listo nada. Pero luego uno se va relajando. Nosotros igual confundimos responsabilidad con histerismo. No siempre es urgente siempre. Y estar acá te obliga a diferenciar la línea que separa ambas cosas.

También acá hay que ser específico para pedir cosas. Aquí muchas respuestas son ambiguas. Por ejemplo, yo pregunto si está listo un informe y me pueden responder «todavía».

… ¿Todavía qué?

Exacto. Eso es lo que uno preguntaría, porque no nos dice nada. Pero para ellos es un todavía no. Que se utiliza cuando «te están meciendo» que es cuando alguien te da puros rodeos en vez de responderte directamente.

La calidad de los servicios es inferior, porque hay mucha tercerización, pero la calidad también es inferior. Muchas empresas que llegan pasan por fases, porque tienen la tentación de tercerizar cosas, luego no funciona muy bien y les cuesta encontrar el balance entre lo que funciona y lo que no.

Hay muchísimos profesionales buenos, pero también es verdad que muchos se fueron del país. Acá el que puede estudiar afuera, se va. No es como en Chile, que en general haces la carrera en el país y a lo más haces un intercambio. Aquí se fueron a estudiar afuera y se quedaron. Entonces traerlos es caro porque trabajan en países desarrollados y compensar lo que dejan es muy costoso.

¿Tienes planes de volver a Chile?

No tengo planes de volver actualmente. Nosotros pertenecemos a un mercado, la minería, que está pasando por una revolución gigante. Porque se le apareció todo lo que implica volverse realmente sustentable. Y los mineros hicieron unos compromisos de descarbonización para el 2030, 2050, que para esa industria y ritmo al que trabaja y el volumen que produce, está a la vuelta de la esquina.

La posibilidad de hacer diferencias en cómo se hacen las cosas y la conversación que estamos teniendo es muy real y atractiva para mí, de poder participar. Tenemos prototipos de camiones para 320 toneladas que funcionan a batería. Y estamos viendo celdas de hidrógeno en producción, para que los motores, que ahora son diesel, ocupen celdas de hidrógeno. Entonces estamos conversando sobre la minería del futuro. Y la vuelta a Chile sería si es que encontrara un proyecto igual o más entretenido.

Además, que Lima es una ciudad muy cómoda para vivir. Santiago es más moderno, pero aquí hay mejor gastronomía.

¿Alguna picada para quienes visiten Lima?

Aquí hay un lugar que se llama Surquillo, que es como el barrio Franklin. Y ahí hay un restaurante que se llama La Picantería. De hecho, hay una versión en Santiago, pero este es el original. Y es extraordinario. Es una de las mejores oportunidades de probar una comida norteña, muy de mar, que es espectacular.

De ahí yo recomiendo la causa rellena de langosta, que es un puré de papa, con cebollas escabechadas y te lo sirven con una langosta encima. Lo otro, las conchitas a la parrilla. Acá les dicen conchitas a nuestros ostiones. Pero las conchitas, las almejas, todo eso a la parrilla es muy rico, la verdad.